
Las raíces de nuestras sensaciones del presente, de nuestras emocionales, creencias, pensamientos, tienen su origen en momentos de nuestra infancia, en nuestras relaciones más significativas o en experiencias que nos han marcado en el pasado por su alta carga emocional. Cómo nos miramos hoy a nosotros, tiene mucho que ver con como nos miraron a nosotros en nuestra infancia. Cómo vemos el mundo, a los demás, como nos relacionamos y nos tratamos a nosotros mismos viene de esa mirada que obtuvimos de nuestro padre o madre, de su capacidad de satisfacer nuestras necesidades afectivas y psicológicas facilitando así un buen desarrollo. Es lo que llamamos en psicología la teoría del apego.
El apego es el vínculo emocional profundo y duradero en el tiempo entre el recién nacido y sus cuidadores principales. En ese vínculo se dan los nutrientes psicológicos necesarios para el buen desarrollo del niño: seguridad, confianza, protección y amor incondicional. Bowly es el pionero en desarrollar la teoría del apego, en 1969, quien sostuvo que los seres humanos tenemos una tendencia innata a buscar la proximidad y el contacto con nuestras figuras de apego, sobre todo en situaciones de miedo y peligro.
Cuando estas necesidades de amor incondicional, protección, y seguridad, no son satisfechas, el niño comienza a asentar en su psique una serie de creencias disfuncionales hacia los demás, el mundo y hacia el mismo, que seguramente traslade a su vida adulta. Si no fuimos cuidados, si no nos dieron la confianza de sentirnos amados y vistos por nuestra figura de apego principal, es muy probable que nos sintamos inseguros con nosotros mismos, que no nos sintamos capaces o válidos, tengamos relaciones inestables, no confiemos en las personas… pues no nos han enseñado a hacerlo. Esto acaba generándonos un profundo sentimiento de malestar, del cual no sabemos salir pues no entendemos de donde viene ni como poder gestionarlo.
No obstante, todo ello no implica que no haya vuelta atrás y que estemos al cien por cien condicionados por nuestro pasado. Efectivamente, las creencias y los patrones conductuales que aprendimos en nuestra infancia, son aprendidos y la buena noticia es que todo lo que aprendemos se puede desaprender y aprender nuevos patrones de conducta más funcionales y saludables. Por ello, es muy importante entender cuales son nuestras raíces, saber por que actuamos de determinadas maneras o porque nos activamos emocionalmente ante determinadas situaciones. Una vez entendido, podremos sanarlo y pasar a aprender nuevos patrones de conducta y creencias mas funcionales, donde yo me quiero y me siento visto y valido por quien soy y no busco fuera esa aprobación colocándome en roles que me hacen daño.
Por nosotros mismos es difícil a veces llegar a esas raíces y a sanarlas, por ello recomendamos que un profesional especializado en apego y trauma te guie y te ayude a sanar esas heridas emocionales que condicionan tu presente. Todos somos el reflejo de nuestras vivencias del pasado, pero es importante mirarlas para comprenderlas, sanarlas y por tanto liberarnos de ellas sin que nos condicionen y tener la libertad de decidir quienes queremos ser.